domingo, 1 de marzo de 2015

Un paseo como ninguno

Era domingo de una tarde de verano, bueno, mejor de otoño, que así las hojas anaranjadas cubrían el suelo en el reflejo del sol con el sereno característico de un amanecer de estas proporciones, y don Alejandro paseaba en su lento pero activador paseo mañanero mientras veía los pájaros cantar a ambos lados del camino por el cual andaba. Desde hacía 4 años, este señor de 60 años paseaba todas y cada una de las mañanas de cada uno de los días que cubrían estos últimos años, salvo que la meteorología impidiera tal hecho.

Don Alejandro era un buen hombre jubilado anticipadamente debido al exceso de estrés de su trabajo, el cual comprendía ser locutor de partidos de la radio, de todo tipo, hasta de curling y pelota vasca. Se había ganado una fama por su forma de relatar las cosas con el dominio de la metáfora y los dobles sentidos dignos de aparecer en un libro de poesía que llegara más lejos que Gustavo Adolfo, pero tanto subir las revoluciones de su castigado corazón le había pasado factura por lo cual tuvo que dejarlo antes de que el gobierno lo obligara y ahora se dedicaba a mantener a su corazón sano y salvo de las exaltaciones dignas de las batallas más sonadas de la historia de la humanidad.
Pero hoy no era un día cualquiera, hacía justo 4 años que había dejado su trabajo y claro, los aniversarios uno se pone a recordar cómo eran las cosas antes y a darle vueltas a como había cambiado su vida, y le iban viniendo locuciones que lo habían hecho famoso en internet, el momento en el que cantando un triple que decidía un anillo de la NBA le dio un ataque al corazón y tuvieron que ingresarlo, vamos, lo normal. Cuando de repente algo pasó rápidamente en frente suyo.

Se quedó trastocado y de repente volvió a pasar hacia el otro lado mientras él, patidifuso intentaba darse cuenta de que era, mientras pensaba “Aaaah, como gambeteeea”, así que paró su marcha para ver si volvía a pasar, pero nunca ocurrió, triste volvió a emprender su marcha y esta vez volvió a oír algo pasar por detrás de él. Ya no estaba tan tranquilo, empezaba a ponerse nervioso, lo cual no era bueno para su salud, entonces se dio la vuelta y volvió a oír detrás otra vez lo mismo, y así varias veces, lo evitaba, lo bailaba, lo volvía loco a su placer y entonces ocurrió…
Algo le dio en la pierna y cayó al suelo, lo cual con el respectivo golpe en su sesera hizo que perdiera el conocimiento inmediatamente.

Cuando despertó, no sabía dónde estaba, así que como toda persona normal en este mundo se puso a observar. Parecía estar en un laboratorio de alta tecnología rodeado por… espera. Eran seres bajitos, aproximadamente de un metro, pero que sorprendentemente se comunicaban en español. Con una estructura ósea muy parecida a los humanos, eran más bien los mini yo de Austin Powers, pero con pelo, caminaban muy rápido y no tenían la voz de Florentino Fernández.

Cuando se dieron cuenta del despertar del gran señor, inmediatamente fueron a hablar con él. Obviamente estaba amordazado con unas esposas de Coca Colha (ya sabemos cómo van los derechos de autor y bueno, con la samba brasileira molan más), las cuales se agitaban para cansar el músculo de Alejandro y así no pudiera ofrecer resistencia. Lo metieron en un cuarto y entonces se lo dijeron lo que querían de él.

Mientras uno de ellos se ponía una especia de guantes esterilizados (que vete tú a saber de qué material eran o que hacían con ellos), el buen señor lo miro con ojos de, “Joder, la puta sonda de las películas, no podían ser bichos feos, no la jodida sonda, puto cine…”, lo sentaron en una silla con un agujero en medio y empezaron a explicarle sobre algo raro, muy raro, rarísimo de cojones.
Me explico, hablaban de 16 personas, divididas en equipos de dos, que se situaban en un terreno circular, con dibujos hexagonales concéntricos, en el cual lanzaban una pelota con forma de plátano y el que la agarrara con la boca tenía que saltar en el siguiente hexágono interior, y el primero de cada que llegaba era el rival a batir por los 7 rivales del equipo contrario, los cuales tenían que correr hacia él y le daban con la mano abierta una nalgada a mano abierta, y el primero de los dos que soltara el plátano de la boca perdía la partida. Destacar la emoción de esto y lo largo que era, puesto que el Asscoloraden (es como el Quarterback del rugby, pero en este deporte) no tenía muchas ganas de sufrir, y que antes de caer el plátano caían lágrimas de dolor y molaban mucho las caras de los mismos. También le aclararon que tenían unas manos muy sensibles al contacto humano y que sus sillas tenían un agujero en medio por temas de refrigeración.

Imaginaos la cara de Alejandro, obviamente pensaba que estaba soñando, pero cuando asimilo que su mente era incapaz de imaginar un deporte tan perfecto, pregunto qué es lo que querían de él, y como es obvio, pues que lo comentara, que le diera emoción, que los aficionados saltaran lo vivieran, lo sintieran, tuvieran la pasión, etc.

Entonces los paró, y les contó el tema del corazón y tal y cual mientras los Caleidoscopicos (los miniyos estos, casualmente eran de un meteorito situado entre la Tierra y Marte, que la NASA por temas del estudio tanto de Marte y de la nave donde se rodó el aterrizaje en la Luna no habían tenido el tiempo de descubrir, este meteorito se llamaba Caleidosum III, sí, había 3, lo que los otros eran los padres) se mostraban muy receptivos.

Cabe destacar que el Caleidosum III tenía un ecosistema muy parecido al de la Tierra, salvo que el agua no era incolora, sino colora y encima era sípida, algo así como jugo de naranja pero con otro sabor, a panceta con kétchup y mostaza recién ordeñada, como la de las vacas que allí tenían (sí, eran como ponis de vaca). Luego lechugas y esas cosas también tenían, así que le dijeron al señor que tenían una especie de bebida espirituosa procedente de la uva mandarina (no era asiática, sino naranja y apretada como las mandarinas terráqueas) que era muy buena para estos problemas y servía de cura temporal mientras trabajaba para ellos.

Alejandro, dudoso, sólo pudo decir una cosa, —Traedme esa bebida y negociamos. Atendiendo a sus plegarias, los Caleidoscopicos trajeron un vaso cuadrado (sí, allí los vasos eran cuadrados, ajeno a todo esto, imaginaos rascar la Nutellen de las esquinas, una tortura ¿Verdad?, estaban como cabras estos, bueno, siguiendo…), cogieron una botella similar a las de 8up de los años 50 y le pusieron la bebida. Acto seguido le quitaron las esposas de Coca Colha y estas hicieron un sonido, el cual era una canción de Carlinhos Marrón (recordad, la colha brasileira) y se hizo un silencio en la sala. Cogió el vaso y pegó un sonoro sorbo, mientras que la sala seguía en silencio, se mojo otra vez los labios y siguió saboreando.
 ¿De Ribera del Duero?— preguntó.
—De Roaja— le respondió uno de los señoritos.
—Acepto— culminó.

A continuación, le pidieron que le acompañaran a una habitación que tenían preparada para él y allí le tomaron medidas para hacerle un buen traje puesto que debutaba esa misma noche y darle un cursillo de Youtouben (recordad lo de los derechos) de las reglas del deporte cuestión para que estuviera preparado para la ocasión. Aprendió que los campos eran circulares puesto que favorecía la acústica de los estadios, que al ser tan rápidos en movimientos los hombrecitos tenía que estar muy atento para comentarlo, vamos jerga de la que había aprendido mucho en sus años mozos. Y tras un vasito de la bebida de uva mandarina, la cual llamaba “Winol Complex”, se dirigió a la cabina de comentaristas donde comenzaría su nueva andadura.

Allí estaba, sobre un estadio lleno de Caleidoscopicos que estaba a reventar, dispuesto a triunfar en esta oportunidad que le había deparado la vida y con su vasito de Winol se sentó y espero a que los jugadores saltaran al terreno de juego. Los nombres por suerte eran normalitos, Wilfredo, Anacardo, Angelino, Mutombo, cosas así, fáciles de pronunciar, no cosas raras como ET, el extraterrestre con nombre de conjunción francesa (me imagino ese departamento creativo de Spielberg como iría de mamado cuando propuso el nombre de la película, ¿A quién le habrán hecho el francés?, pensadlo), y tras los himnos, que casualmente eran canciones de David Hasselhoff empezó el partido.
Como comentaba Alejandro, emocionados estaban los aficionados que no habían podido acudir al estadio Coletillas IV a ver el encuentro, lo vivían, se sentían uno más del equipo, algo que no habían sentido antes, y claro entre pausa y pausa de comentario caía otro y otro sorbito de vino, y tras el encuentro que duró unas 3 horas (joder como aguantaban los Asscoloraden la leña), terminó, y Alejandro se sentía contento de rememorar viejos tiempos, pero no tan contento como deberías estarlo después de echarte 5 vasos de vino terráqueo.

Entonces fue a hablar con los Caleidoscopicos sobre la graduación del Winol Complex y le preguntaron qué, que significaba es de la graduación, y les explicó. Claro está que no tenía alcohol y que desconocían de su existencia en su meteorito con vistas a la playa de Malibú y que por eso eran una sociedad tan civilizada y no tenían problemas sociales.

—Quiero volver a la Tierra, ¡AHORA!— exclamó Alejandro.
 ¿Por qué?— preguntaron los hombrecitos sorprendidos.
—No tengo tanto tiempo para seguir perdiéndolo aquí— respondió cabreado.
—No podemos dejarte marchar, no nos queda gasolina para volver a la Tierra a dejarte, la crisis— Completaron ellos
—Yo aquí no pienso estar un segundo más.
—Vale, entendido, te damos todo tipo de facilidades y tu nos tratas así, ok.
—Callaos bichos raros, ¡dejadme ya en mi casa malandrines!
—Si algo hay que no valore este planeta es una falta de respeto, traed una pistola (si, eran de la parte equivalente a Estados Unidos de Caleidosum III).
 ¿Qué?, ¿Me vais a matar?
—Quien falta al respeto el último ríe mejor, hijo de puta.

PUM!

Y aquí se acaba nuestra primera historia, de la que podemos sacar una valiosa moraleja: Como el vino español, ninguno.


No hay comentarios:

Publicar un comentario